Una semana atrás fue de comùn conocimiento gracias a los medios de
prensa oficial el caso de un joven recluso primerizo dentro del sistema
carcelario que fue doblemente secuestrado, primero por el estado y
segundo por otro grupo de reclusos, y torturado por varías semanas, el
número de días varía según el medio informativo.
No queremos aquí detallar el sufrimiento al que esta persona fue
sometida, sabemos de sobra que las atrocidades cometidas son nefastas.
En cambio, consideramos màs importante destacar que estos hechos de gran
magnitud son consecuencia, no solo del sistema y la institución
carcelaria, sino también del mundo que lo engloba.
Nadie ignora que esta sociedad que habitamos se rige por la necesidad
del dinero, del estatus de vivir adaptado que no significa otra cosa que
tener dinero, quien lo tiene acumulado no precisa ir a buscarlo y quien
no, debe de hacerse de todos los medios a su alcance para conseguirlo.
No podemos cansarnos de repetir que la desigualdad de recursos para
cumplir este objetivo es estructural y que vivir así desespera, nos
aísla, nos frustra y embrutece. Esta alienación que acabamos de
describir es una situación que compartimos tod@s quienes no somos dueñ@s
de nada, seamos conscientes o no de ello y acudir a aquello que los
poderosos llaman delito puede ser el día de mañana un medio obligado
para alcanzar este fin, el mismo sistema necesita de esta desigualdad
para existir y fundamentar así su dominio.
La noticia que hoy nos llama la atención no es otro más que uno de los
miles de casos que engrosan la lista de atrocidades que se cometen
dentro de la cárcel, no nos enteramos de muchos de estos, pero cuando
salen a la luz debemos prestar mucha atención por que su difusión no es
inocente. Hace ya un tiempo que las noticias que recibimos sobre lo que
ocurre dentro de la cárcel nos hablan de “irregularidades” y violencia,
estas condiciones son inherentes a la cárcel porque el privar de la
libertad ambulatoria a las personas sometiendolas a un régimen de
control y castigo no solo nos humilla, sino que también nos puede hacer
sacar lo peor de nosotr@s. La razón por lo cual ahora nos están hablando
de esto es sencilla: se trata de la superpoblación en las cárceles.
Más allá de la reforma legal que en el último periodo ha adoptado el
estado uruguayo en lo que se refiere al delito y la encarcelación, no es
novedad para nadie que el discurso hegemónico sobre la cuestión ha
puesto su atención solo en la sensación de inseguridad. Esta es una
realidad que constituye a cualquier gobierno y es la respuesta que
desvía la atención al problema real dentro de un mundo competitivo y
autoritario, inseguro es vivir sin la garantía de una vida digna,
insegur@s se sienten aquell@s afortunad@s de creer tenerla frente a la
mirada comparativa de l@s otr@s, y la ley y el orden será el medio para
aplacar esos miedos pero nunca resolverán el problema que hay de fondo.
Por eso las cárceles están llenas, son el campo de concentración al que
van a parar todas las personas que sobran en el plan político de turno y
su población es un chivo expiatorio donde el estado responsabiliza a l@s
pobres de los productos devastadores que el capitalismo ejerce entre
nosotr@s
El ministro de interior Luis Alberto Heber nos los hizo recordar el
pasado 22 de septiembre cuando amenazó con que si se derogan artículos
de la LUC se tendrían que liberar presos, como si la culpa la tuvieran
las políticas o la mala educación ciudadana y no el delito como garantía
estructural del orden capitalista y el control estatal, a la vez que se
hace negocios con la desigualdad de l@s otr@s. Y hacer negocios con la
desigualdad es lo que se proponen los jerarcas correspondientes en estos
momentos. Hay un excedente de presos y quieren hacer nuevas y “mejores”
cárceles, lo cual requiere contratar empresas para su construcción y
mantenimiento, quieren aplacar el desempleo dando trabajo para encerrar
mejor a quienes no pueden por mil razones tener una vida o un empleo
adaptado.
En el día que se escribe este texto el comisionado Juan Miguel Petit,
refiriéndose al caso del preso secuestrado y la superpoblación, denuncia
que en Uruguay no hay un sistema penitenciario lo cual no es cierto
porque hay cárceles. Dice que en el mundo hay mejoras en lo que refiere
a sistemas penitenciarios y que la ley uruguaya está desactualizada,
esas mejoras son cárceles privadas, programas de rehabilitación
privadas, máxima seguridad y máximo aislamiento, la solución no puede
ser el presidio y su negocio.
Si alguien se tiene que rehabilitar aquí somos nosotr@s como sociedad
entendida como conjuntos de grupos humanos que se necesitan para
subsistir, debemos de enfrentar el mundo de miseria y control que nos
quieren imponer donde el capitalismo nos coloca a tod@s contra tod@s, al
mismo tiempo que nos hacemos de herramientas y medios para reparar la
violencia que entre nosotro@s podemos llegar a ejercer. No hay político
o políticas que nos ayuden en esta empresa porque no es que el sistema
este corrupto sino que es esencialmente irracional e injusto, todo
gobierno solo gobierna para sus dirigentes que son las castas políticas
y la clase capitalista. Nos van a venir a hablar de que el estado está
ausente y hay que instalar nuevas políticas públicas o que la libre
competencia es la forma de la libertad, todas esas declaraciones son
argumentos de una forma de ver que no nos corresponde, quienes las
mantienen eligen depender el actual estado de las cosas. Si realmente
queremos hacer un cambio debemos despojarnos de tales creencias que solo
ayudan a quienes nos explotan, íntroduscamosnos en una lucha por una
nueva sociedad posible, solidaria, horizontal y autoorganizada.
Solidaricémonos con l@s pres@s, sin ánimo de paternalismo
asistencialista escuchemos sus denuncias y reclamos, démosle
repercusión.
¡Contra la desigualdad estructural, la tiranía y el encierro,
solidaridad y acción!
